(Para Vero, la Venus anfibia)
Será el día de Venus,
cuando tus pies descalzos horaden mi eremita
morada con tus pasos de gigante.
Y se hará la luz. Y serán tus ojos.
Y desde tus pupilas
veré un cielo distinto, no distante y hermoso.
Luego, en mi habitación,
jugaremos al juego que juegan los amantes
y esconderé en tu islote mi tesoro.
Desde tu desnudez de sirena varada
transformaré la faz
de este universo cruel y tenebroso.
Porque no quiero ser
otro viento que pasa y que no se detiene
en el rincón más hondo de tu alma.
Lo que sí quiero ser, de momento, es el viernes;
tu viernes que se acerca lentamente
por sentencia del tiempo.
Déjame ser la sal de tu hendidura,
poder perderme en ti, confundirme en tu ser,
en el día de Venus.
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