Sumido en los trasiegos de un ego irrenunciable
No habitado por nada ajeno a sus enjundias,
Discuto con mis huesos sobre el valor del aire
Y escupo un conjugado de sangre por sus grutas.
Escucho los latidos de un corazón amable
- apócrifo doctor ... pero perito en dudas-
Y saco todo en claro sobre lo inevitable
Y llego a conclusiones que arañan a la angustia.
Con la muerte disputo mis asuntos vitales
Ungido por amor anárquico a la turba,
Y desprecio a los cerdos que derraman la sangre
De algunos hombres buenos que aúllan a la luna.
Me divierte pensar que cuando acabe el baile
Y el compás de las horas se detenga en mi grupa,
Habré dado que hablar. Y las autoridades
Temerán que los niños imiten mi conducta.
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