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miércoles, 14 de abril de 2010

Breve tratado sobre el pudor y la candidez

Guardé mi dicha entre los
montes pelados de tu
pecho
Arrasé con mi fuego
tu campiña Arañé
con mis ojos tu sexo
Y para qué...

De un crepúsculo frío
de mármol pavoroso
- acaso no fue un sueño?-
descendió tu cadáver para darme un sermón
sobre
el precalentamiento
Y para qué...

Cuando el deseo atroz
me reconcome dentro
olvido los tratados de las buenas maneras
ignoro al corazón
- un órgano superfluo -
y lamo y acaricio, desgarro y muerdo
Y para qué...

No eleves preguntas
a las nubes Ellas te las devuelven
a las nubes núbiles
enseño tu bellísimo perfil ensangrentado
las tiño de escarlata
hoy eres mi instrumento
Y para qué...

Un amor homicida
de contorno caníbal
te ofrezco
Y en un copón bendito mi esperma bautismal
aún caliente y rico
también vitaminado
Y para qué...

Que si hay algo sublime en el amor
es el desprendimiento de rutina
así que no te esfuerces en ser lo que no eres
y goza de tu muerte
- de tu pequeña muerte -
empalada con rabia por mi amor insurgente
Y para qué...

Para que tu obstinada
gruta
de tan salada y húmeda
reviente en bocanadas de aire fresco
se esparza por senderos infrecuentes
Para oírte gemir sin ir más lejos
más lejos de tu vientre

Tal vez así comprendas
que esos ojos tan grandes y redondos
además de iluminar el suelo donde piso
también pueden matar
también pueden matar
también pueden matar

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