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domingo, 13 de marzo de 2011

Berenice

                                                                     (Verónica)



Y, sin tocarla, acariciar la Rosa...


Oculto en lo más hondo
de ti, en la oscuridad
hiriente que yo no logro arañar,

en lo más vivo,
                         escondes el secreto.



Las ansias de vivir que no he tenido nunca,
tu irrenunciable sed de movimiento...
¿Algo te empuja?

                              Ese reloj de sol...
                                                           Si yo supiese...



¿Cómo puedo lograr que cada aurora
te recuerde el camino hacia mi casa,
inexorablemente?

La espera desagrada
                                 cual rechinar de dientes.


¿Y cómo aprehender tanta belleza,
cómo inhalar la esencia de la Rosa
en la distancia?

(La Rosa de la Idea,
                                la intensa Flor Azul).



En fin, lo sabré nunca.
Pero aún me queda el fuego de tus labios
y tu vello erizado;

algunas de las pruebas
                                   de que mi yo te gusta.



Ahora, descansa y hazte fuerte.
Y ríete si quieres
de mi socrática ignorancia.

Tu secreto
                  está a salvo contigo.

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